jueves, 27 de septiembre de 2007

domingo, 16 de septiembre de 2007

Violencia el 11 de septiembre

Razón tenía Max Weber al señalar que el eje sustentador de todo sistema político es la coerción y el uso legítimo de la fuerza por parte del Estado. Su inexistencia logra desvanecer el orden social e institucional volviendo al estado de naturaleza planteado por Hobbes.
Los hechos ocurridos el 11 de septiembre que terminaron con la vida del funcionario de Carabineros, Cristián Vera, vienen a confirmar que en Chile estamos frente a un debilitamiento de la autoridad, lo que tiene una explicación muy profunda.
Durante 17 años, muchos de los dirigentes oficialistas que han tomado las decisiones en materia de orden y seguridad fueron víctimas de apremios de distinta índole durante el régimen militar, lo que trasuntó en un ingente temor hacia el concepto de “represión”. Cualquier acto de esta naturaleza que ha emanado de los organismos policiales para resguardar la paz social ha sido fuertemente rechazado y castigado por los gobiernos concertacionistas, al punto que muchos han debido abandonar el uniforme por “excederse en sus funciones”.
Si a esto sumamos que los mismos dirigentes han exacerbado la defensa de los derechos en desmedro de los deberes ciudadanos, la ecuación se vuelve negativa; más aún, si quienes están llamados a dar el ejemplo en esta materia han sido incapaces de hacer valer el concepto de responsabilidad política cuando han cometido errores... la señal hacia la ciudadanía es lamentable.
Los países con altos estándares democráticos como Francia no escatiman en reprimir con dureza a los desadaptados si es que el orden social se ve vulnerado.
Llegó el minuto en que los dirigentes oficialistas dejen atrás los traumas del pasado y actúen pensando en los millones de chilenos víctimas de la violencia.

Viva la patria que muere

Cristóbal Orrego


Así como fue legítimo y necesario que el mundo libre derrotara al nazismo, y luego contuviera al comunismo durante la Guerra Fría, a pesar de los sufrimientos de tantas personas en uno y otro bando, así también fue legítimo y necesario que el Chile libre derrotara el intento totalitario encabezado por Salvador Allende.
Cristóbal OrregoVamos a ver, vamos a ver: que el repudio universal de la violencia y la explicación sofisticada de sus causas no nos suman en la modorra. Miremos los últimos acontecimientos a la cara.Primero: Chile y Japón. Japón estaba alineado con Hitler. Harry S. Truman ordenó el uso de la bomba atómica como un medio para vencer rápidamente y así salvar muchas vidas. Los filósofos discuten sobre la moralidad de su acción. Yo opino que fue un crimen de guerra que quedó impune. Sin embargo, la violencia injusta del ataque atómico no significa que la guerra misma haya sido ilegítima: ¡fue la justa fuerza contra la violencia totalitaria! Aunque el abuso nuclear jamás se justifique, nos alegramos con la victoria de Estados Unidos. Por eso, comparto el paralelismo de Bachelet: "Nuestro país también tuvo momentos dolorosos, de sufrimiento, y así como Hiroshima y como Japón pudieron ponerse de pie y salir adelante, por eso para nosotros es tan significativa y tan importante esta visita a esta heroica y noble ciudad". ¡Bien dicho!Así como fue legítimo y necesario que el mundo libre derrotara al nazismo, y luego contuviera al comunismo durante la Guerra Fría, a pesar de los sufrimientos de tantas personas en uno y otro bando, así también fue legítimo y necesario que el Chile libre derrotara el intento totalitario encabezado por Salvador Allende, el más frívolo, el más "chupasangre" de todos los presidentes que en este país ha habido. Este hecho no tiene vuelta de hoja.


Así como condenamos el uso de la bomba atómica, repudiamos también los delitos cometidos en la represión del terrorismo bajo el gobierno militar; pero no debemos condenar ni la guerra contra el nazismo ni la Guerra Fría contra el comunismo soviético ni su derrota armada en Chile y la subsiguiente represión del terrorismo (¿o acaso todos los medios de represión son ilegítimos?).Segundo: izquierda y violencia. Se ha revelado una vez más, a propósito de "La vida de los otros" (Florian Henckel-Donnersmarck, Oscar a la mejor película de habla no inglesa, 2006), que nuestro Gobierno no se ha arrepentido de sus vínculos con la izquierda totalitaria. Quizás por eso intenta desmarcarla de la violencia del pasado 11 de septiembre. El ministro Belisario Velasco habla de "grupos de narcotraficantes o de lumpen o de gente descolgada de algunos movimientos, que actúan en situaciones como ésta". El subsecretario Felipe Harboe, por su parte, aclara que el carabinero asesinado, don Cristián Vera, "nada tenía que ver con el golpe de Estado"... y que "un grupo de delincuentes desalmados, dándole un marco político a esta situación, le quitó la vida".¿Quiénes dieron el marco político? ¡Pero qué maniobra tan repugnante! Las autoridades, que deberían defender el orden legítimo contra sus hermanos subversivos, procuran, por el contrario, exculparlos de los naturales efectos violentos de los llamados de la izquierda. Mas el nexo es patente: lo semejante atrae a lo semejante.Yo he participado en la procesión de la Virgen del Carmen. Nunca ha adherido a nuestra piedad católica, ya de noche, todo el lumpen y el narcotráfico de Chile. Yo he acudido a convocatorias de los grupos pro-vida. Van jóvenes y hasta niños, sin odio, sin violencia, a decir ¡que no!, con toda paz, al holocausto de los no nacidos. Jamás aparecen los resentidos para secundar nuestra causa. No le dan un marco político a la situación, señor Harboe.En cualquier caso, es tomarnos por estúpidos afirmar que lo que sucede cada año es pura delincuencia apolítica, que nada tiene que ver con la izquierda. La izquierda, nihilista y violenta, es como un imán para los desechos de una sociedad que se nos muere. Este hecho tampoco tiene vuelta.Tercero: la locura. La Presidenta pide que el Poder Judicial supla las omisiones de su mal gobierno. Tras la muerte de Cristián Vera -no se preocupen: no murió ningún civil: ¡solamente un paco!-, el general director de Carabineros, quizás por las lágrimas que nublaban su razón, dice que sus hombres se sienten respaldados por el Gobierno. Pues no lo están, señores, ¡no lo están! Da igual cómo se sientan. Los van a seguir matando, salvo que se trate de delincuentes honorables, en cuyo caso les darán algunos cachuchazos medio maricas nada más.Mi querido general director: ¿por qué dice que "el país no está acostumbrado"? Si lo estamos. El 18 se va a emborrachar Chile entero, olvidado del cabo Vera. Y los responsables serán confirmados en el poder en las próximas elecciones democráticas. ¿O piensa usted que la responsabilidad es del chiquillo que disparó al bulto, casi para entretenerse desfogando su nada interna?"Si matar a un carabinero es matar el Estado de Derecho, es matar al país", dice usted, mientras se le caen las lágrimas tiernamente. ¿Sí? Pues entonces: ¡viva la patria que muere!"Es tomarnos por estúpidos afirmar que lo que sucede cada año es pura delincuencia apolítica, que nada tiene que ver con la izquierda. La izquierda, nihilista y violenta, es como un imán para los desechos de una sociedad que se nos muere".

domingo, 9 de septiembre de 2007