Es entendible que todo dirigente que tenga aspiraciones presidenciales deba morigerar su discurso y maquillar sus debilidades, pero lo obrado hasta ahora por el candidato de RN es a todas luces impúdico.
En una entrevista a un vespertino la semana pasada, luego que fracasara el proyecto de depreciación acelerada, indicó que “a veces los empresarios se sienten dando instrucciones y ésta fue una buena lección para ellos” como si él fuese un simple asalariado u oficinista y no uno de los hombres más ricos del país.
A reglón seguido, en un foro organizado por una casa de estudios a comienzos de esta semana señaló que “los políticos se encuentran por debajo de las prostitutas en la escala de aceptación social” desconociendo sus décadas de trayectoria como dirigente político.
Ante estas incongruencias cabe preguntarse entonces ¿Quién es realmente Sebastián Piñera? Si uno de los candidatos de la Alianza por Chile o el dirigente que cada vez que puede remarca sus orígenes concertacionistas y su cercanía con la DC; si el hombre democrático que asegura haber votado por el No o el gran empresario que amasó parte importante de su fortuna en el Régimen Militar, al que después desconoció y miró con desdén.
Esas son las incongruencias que hacen que muchas personas del mismo sector político que el ex senador dice representar no están dispuestas a entregarle su voto en caso que sea él quien lidere a la oposición el 2009. Su desafío entonces no está sólo en capitalizar el descontento del electorado que ha sufragado tradicionalmente por la Concertación, sino que dinamitar las desconfianzas que genera en muchas personas cercanas a la Alianza.
Carlos Cuadrado S.
Grupo Vértice
miércoles, 25 de abril de 2007
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