lunes, 12 de marzo de 2007

El día que Allende asumió el poder

A 35 años del histórico suceso que marcó el inicio del quiebre institucional del 73
El día que Allende asumió el poder

Tras su cuarto intento consecutivo por alcanzar el sillón de O’higgins, el entonces senador, médico y uno de los fundadores del Partido Socialista chileno logró hacerse de la banda presidencial en un tenso ambiente político-social cruzado por el asesinato del General René Schneider en manos de un comando extremista, las mutuas recriminaciones de sabotaje entre la oposición y la Unidad Popular y la incertidumbre sobre el rumbo que tomaría el primer gobierno marxista que alcanzaba el poder a través de las urnas

Carlos Cuadrado S.


Hace exactamente tres décadas y media atrás, un recién electo y atribulado Salvador Allende Gossens ingresaba a la residencia del ex canciller de Eduardo Frei Montalva y actual senador por la X Región, Gabriel Valdés, para pedir su respaldo y el de la Democracia Cristiana ya que tenía miedo de ser asesinado y se sentía acorralado. A tal punto llegó su inseguridad, que incluso le confidenció que desconfiaba de las instituciones policiales que estaban a cargo de su integridad física. Esa sensación daba cuenta del difícil escenario que vivía el país y que se prolongó durante los 1000 días que duró su gobierno, cuyo final hoy relatan los libros de historia.

Ese rostro de preocupación que manifestó Allende en aquella cita, contrastaba absolutamente con la felicidad y efervescencia que dos días antes, el 4 de noviembre, mostraba al mundo durante la ceremonia de transmisión del mando que lo llevó a alcanzar una de sus sueños más anhelados: ser presidente de la república.

A las 11 horas de aquella calurosa y soleada mañana el líder de la UP recibió de manos de Frei Montalva la banda que lo transformaba en el nuevo primer mandatario, bajo la atenta mirada del Presidente del Senado Tomás Pablo; su familia, encabezada ahora por la primera dama Hortensia Bussi y sus hijas Beatriz, Isabel y Carmen Paz; las 85 delegaciones extranjeras invitadas y diversas personalidades del mundo político, social y cultural como el escritor argentino Julio Cortázar, quien estuvo presente a petición expresa de Allende.

“En ese momento lo vi muy emocionado, con plena conciencia de la responsabilidad que asumía y los riesgos que podía enfrentar, cuenta la diputada Isabel Allende, hija del ex dignatario que para ese entonces tenía 25 años”. Acto seguido, la máxima autoridad se dirigió a la Catedral de Santiago para presenciar el tradicional Tedeum en su honor. La algarabía de los seguidores se expresaba en las calles con diversas manifestaciones que se trasladaron hasta La Moneda, que fue abierta para que los adherentes pudiesen celebrar junto a la máxima autoridad del país. “Tengo la imagen grabada del presidente Allende bajando con una gran sonrisa por la escalera del patio de Los Naranjos saludando a todos los que estábamos presentes”, señala el actual timonel del Partido Socialista, Ricardo Núñez, quien en esa época era dirigente estudiantil de la izquierda.

El resto del día se diluyó entre saludos a los representantes de los distintos países que vinieron a presenciar la ceremonia de investidura, entre los que estaban Cuba, China y Corea del Norte, naciones de la órbita soviética con los que posteriormente Allende estableció relaciones diplomáticas, polarizando aún más la situación con la oposición y Estados Unidos.


El pedregoso camino para llegar a La Moneda

Quienes conocieron de cerca a Salvador Allende comentan que era un amante del poder, una persona de gran ambición y con un espíritu demasiado romanticista acerca de la política, al punto que se presentó en cuatro ocasiones consecutivas a los comicios presidenciales –años 52, 58, 64, 70- siendo este último el definitivo, al salir electo por mayoría simple en una estrecha votación donde obtuvo el 36,6% de los votos, frente al 34,9% del candidato de la derecha, Jorge Alessandri y al 27,8% del postulante falangista, Radomiro Tomic.

Anteriormente, este médico de profesión fue diputado por Valparaíso el año 37 y senador de la república durante cinco períodos entre 1949 y 69 en distintas zonas del país, cultivando un perfil político a nivel nacional. El 4 de septiembre del 70 logra su máxima aspiración pero queda condicionado al resultado que obtenga en el congreso pleno, quien debe dirimir entre él y Alessandri, generando un tenso escenario de negociaciones entre los tres tercios políticos del país, siendo la DC quien contaba con los votos para decidir.

En medio de las subrepticias tratativas es asesinado el Comandante en Jefe del Ejército, René Schneider, a raíz de un atentado perpetrado en su contra el 22 de octubre a manos de un comando extremista donde recibió tres disparos que días después le provocaron la muerte debido a un paro respiratorio, generando un hondo pesar en todo el país, que obligó al gobierno de Frei a decretar tres días de duelo, toque de queda y nombrar como comandante en jefe provisorio al general Carlos Prats, quien luego se transformó en hombre clave de la administración socialista.

El 24 de octubre, mientras Schneider agonizaba y las acusaciones mutuas de sabotaje entre la derecha y la UP se multiplicaban, el congreso pleno ratifica el triunfo de Allende por 153 votos, tras previo acuerdo que obligaba al nuevo mandatario a firmar un estatuto que garantizara el cumplimiento de las garantías constitucionales durante su período presidencial. De esta forma, por primera vez un gobierno marxista asumía el poder a través de las urnas pero en medio de un clima social enrarecido. “Había una sensación ambiente extraña y un temor que fue madurando con el tiempo” afirma el senador Gabriel Valdés.

Es ese mismo miedo que le manifestó silenciosamente Allende en su casa días después de asumir el poder a raíz de la fuerte polarización de la sociedad, el que se agudizó debido a la implementación de las 40 medidas que fue adoptando su gobierno y que incluyeron la nacionalización del cobre, la expropiación de empresas y terrenos mediante el decreto 532, además de un postura reaccionaria que quedó graficada en su primer discurso en el Estadio Nacional el día después de asumir, donde señaló que “una de las grandes tareas de la revolución es romper el cerco del engaño que a todos nos han hecho vivir de espaldas a la realidad”.

A pesar de no tener un control claro sobre los partidos de la coalición que sustentaban su gobierno, el primer año de Allende fue auspicioso en términos económicos al contar con reservas internacionales altas y con las remuneraciones y el gasto público creciendo aceleradamente, lo que se concretó en un alza del 8% del Producto Interno Bruto y sin mayores presiones inflacionarias. Pero dicha expansión generó desequilibrios a nivel macro que redundaron en la pérdida de ingreso fiscal, apreciación cambiaria y debilitamiento de la inversión pública y privada, que a mediano plazo, junto al control estatal de los precios, el racionamiento alimenticio y el incumplimiento de ciertas garantías constitucionales hicieron realidad los fantasmas de Salvador Allende que lo hacían temer por su vida, la que finalmente se extinguió por su propia voluntad, dejando detrás una severa crisis financiera e institucional en la historia reciente de nuestro país.


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